Viernes sin Máscaras: Está bien dejar de ser un(a) "Chief"
Aunque tal vez a tu ego no le guste por un tiempo
Haber trabajado en un puesto ejecutivo en un unicornio financiero mexicano me cambió la vida. A la fecha sigo en contacto con personas que me crucé en ese capítulo, incluso algunos hoy buenos amigos y amigas, y nunca dejaré de estar infinitamente agradecida con ellos y ellas por haber creído en mi, incluso más de lo que yo creía en mi misma. ¡Qué afortunada soy de poder conjugar en pasado eso último! Hoy sí creo en mi misma. Sin duda fue una batalla ganada contra el síndrome del impostor.
Insisto, trabajar cerca de la estrategia en un unicornio financiero mexicano me cambió la vida: por unicornio, pues fue enriquecedor ser parte de la transformación que esto implicó; por financiero, pues mi educación financiera estaba en menos cien, y por mexicano, porque aprendí como nunca sobre cultura laboral. Pero haber decidido dejar mi vida corporativa –ahí o en cualquier otro lado– me cambió aun más la vida. Y aclaro: sin esa oportunidad en el mundo corporativo, no habría podido manejar la decisión de ser auto-empleada y futura emprendedora.
Definitivamente, mi maternidad hizo la decisión más fácil, pero no por eso fácil. El camino más sencillo –o seguro, como prefieras verlo– quizás habría sido permanecer con bajo perfil por unos años y después retomar mi carrera para conquistar puestos cada vez más altos en empresas cada vez más grandes: ponerme en pausa para ser una mamá presente y luego retomar mi coolness godín y estatus de alfa.
Hace varias semanas platiqué, además de otras cosas, cómo tomé algunas decisiones con cierto riesgo pero que a la larga han dado como resultado algo invaluable: saber quién soy para hacer de mi vida mi propio camino y contarme historias cada vez más mías. Y esta parte de la historia que estoy construyendo para mi aun está terminando de definirse, pero la decisión está totalmente firme. Y en toda decisión hay una renuncia, pero en toda renuncia hay una pérdida.
Lo que perdí en su momento: un montón de mensajes en LinkedIn pidiéndome espacios para venderme algo, un título sexy, el orgullo de mis familiares y amigos. Quizás todo eso; quizás nada de eso. Pero lo que estoy segura que me costó más trabajo manejar a nivel emocional fue el hecho de haber perdido influencia: ya no tenía voz para proponer proyectos, o para dirigir al equipo que tenía, darles recomendaciones, o para decir lo que pensaba en general. Uff, eso dolió. Pero después entendí que le dolió a mi ego, y yo no soy mi ego.
Tengo amigos cercanos en una situación similar: están cruzando por una decisión así, o ya la tomaron, o están pensando en tomarla. Me encantaría poder decirles que “al ego lo del ego y tú pasa a lo siguiente y ya”. Pero no es así de sencillo. Es un proceso que más vale vivir como tal y abrazar cada aprendizaje en este cambio de vía. Lo que sí puedo garantizar –aunque yo misma sigo en el camino de alguna manera– es que esta “nueva vía” implica pérdidas pero, en su lugar, abre mil posibilidades.
David DiSalvo en What makes your brain happy and why you should do the opposite, una joya de libro, dedica todo un capítulo a llevar su teoría a la acción a través de cincuenta propuestas provocadoras y sencillas para –en sus palabras, más o menos– “hacer lo contrario a lo que hace feliz al cerebro y así, de hecho, ser más feliz… o estar más a gusto”. Quiero destacar una a la que llama “You might lose your cool, but dont’ lose perspective”:
To the brain, loss is a threat, and we naturally take measures to avoid it. We cannot, however, avoid it indefinitely. One way to face loss is with perspective of a stock trader. Traders accept the possibility of loss as part of the game, not the end of the game. What guides this thinking is a “portafolio” approach; wins and losses will both happen, but it’s the overall portfolio of outcomes that matters most. When you embrace a portfolio approach, you will be less inclined to dwell on individual losses because you know that they are small parts of a much bigger picture.
Así que perder el “coolness” que nos da un título, o perder una posición corporativa “alfa”, a final de cuentas implica diferentes cosas para cada quien. Habrá para quienes esto implica una pérdida de seguridad laboral y económica, o quienes sientan una batalla perdida contra el síndrome del impostor, o quienes lamentan ya no poder decirle a sus amigos o familiares “soy la señora (el señor) Chief-Wathever-Officer”, o como me pasó a mi, para quienes esto signifique “perder el poder de influir”. Al final, es una pérdida y hay que entenderla y respetarla como tal. Pero cuando gracias a ésta le empezamos a dar espacio a nuevos retos y proyectos, el resultado total del portafolio puede ser de ganancia, haciendo de las pérdidas pasadas pequeñas piedras que era mejor tenerlas en el camino que cargarlas. Incluso esa pérdida de capacidad de influencia e impacto, curiosamente, puede después convertirse en la capacidad de tener aún más influencia e impacto.
Me lo digo a mi misma, pero también te lo digo a ti.
Food for Thought
Cuando inicié este espacio fue para compartir lo que pienso, pero especialmente también para regalarme a mi misma la actividad de curiosear, reflexionar y escribir al respecto. Aquí te comparto algunas de estas cosas que están llamando mi atención:
El libro que cité, What makes your brain happy and why you should do the opposite de David DiSalvo, me parece una joya. No lo he leído completo aún, pero tiene varias ideas que reafirman algo que recientemente llama mucho mi atención: podemos hackear los (nuestros) comportamientos –espacialmente aquellos que no nos llevan a la vida o a las emociones que queremos– en la medida que ejercitemos el músculo del autoconocimiento. Es decir, no se trata de simplemente racionalizar. Al contrario: entendernos es entender nuestras emociones; entender nuestras emociones nos ayuda a salir del peligro de juicios que no nos sumen y ponerlos en perspectiva. Esto es una capacidad que requiere muchísima preparación, autoconocimiento, terapia, golpes de realidad, madurez, y muchas cosas más, pero es un músculo que vale mucho la pena ejercitar.
Sigo obsesionada con la serie Barry y es parte de lo que comparto con mi esposo. Me sigue cayendo mal Sally pero ya cada vez entiendo más por qué. Lo que ahora llama mi atención es: me gustan las historias con psicópatas… ¿poooor? Tal vez lo dejaré para un “Viernes de respuestas, sin máscaras”. Por ahora, una simple reflexión al respecto: quizás la madurez y la consecuente capacidad de poner en perspectiva nuestras emociones nos da de alguna manera ciertos rasgos de psicopatía.
Una idea que ha estado dando vueltas en mi cabeza y que quiero desarrollar con seriedad: quiero lograr crear libertad financiera para mi y para mi familia sin trabajar más de cuatro horas al día en promedio y máximo diez meses al año. Se que es posible. Estoy convencida de que la riqueza económica sin riqueza de tiempo no es riqueza real.