Viernes sin Máscaras: Que las categorías no te limiten
Y que trabajar sea "trabajar en ti".
Me gusta ver series bien escritas y con personajes muy bien trabajados. Generalmente prefiero aquellas que reflejan la realidad de la vida cotidiana, pero la serie épica y extremadamente exitosa, Game of Thrones, se ganó mi atención para mis ratos de relax. Definitivamente tiene diálogos tan épicos como la serie, y más cuando salen de la boca de algún personaje del que uno no espera nada, como Sam: un letrado sin espada que vivía en un mundo en que se valoraba más el acero que los libros.
Sin arruinarte la historia en caso de que no hayas visto la serie –y seas de los excéntricos como yo que algún día la verá de manera muy extemporánea–, recuerdo bien una escena en la que están en batalla los llamados Guardias de la Noche contra los salvajes del Norte. Sam, como todos, tenía miedo. Su compañero de batalla le preguntó cómo, entonces, pudo matar tiempo antes a un “caminante blanco”. Sam respondió:
“Si alguien me hubiera preguntado mi nombre en ese momento no lo habría sabido. Ya no era Samwell Tarly. No era un mayordomo de la Guardia de la Noche o el hijo de Randyll Tarly ni nada de eso. Yo no era nada. Y cuando ya no eres nada, ya no hay razón para temer”.
Estoy totalmente de acuerdo con Sam, y aunque esto es un concepto muy trascendental que me recuerda a una experiencia extremadamente transformadora que tuve con el bufo alvarius, en la que vívidamente sentí cómo se fueron mis temores en el momento en el que se me olvidó mi nombre, es un concepto que hoy quiero utilizar en un plano más terrenal.
Regresemos a nuestros años de la infancia. –¿Qué quieres ser de grande?– nos preguntaba en la comida familiar el tío que mejor nos caía, con la ilusión de que respondiéramos “quiero ser astronauta” y le recordáramos sus sueños infantiles y su afición por ver las estrellas en las noches despejadas, después de una larga jornada en el trabajo que hace para ganarse la vida.
La pregunta la seguimos haciendo cuando estamos eligiendo una carrera, una especialidad, una maestría. No nos damos cuenta de que ser no es “ser” abogado, o astronauta, o médico. En el peor de los casos, incluso empezamos preguntándonos “qué quiero ser de grande” y acabamos preguntándonos “qué quiero tener”. Y así, se terminan corrompiendo no solo nuestros sueños sino también todo nuestro ser.
Pero no nos vayamos tan lejos –o tan cerca, que esa historia de “perderse a uno mismo por ganarse lo material” es bastante común–. Supongamos que, en nuestro cumpleaños 7, le contestamos a ese tío –quiero ser astronauta y ver la Tierra desde el espacio– y nos convertimos en alguien como Katya Echazarreta, la primera mujer mexicana que viajó al espacio hace un par de años. Katya definitivamente cumplió un sueño y es una gran historia que puede inspirar a los demás, especialmente a las niñas. Sin embargo, mal haría en limitarse a un “soy astronauta” y convertirse en un personaje que solo busque coherencia con eso: ¿qué hará si en sus cuarentas se aburre del espacio y quiere ser dramaturga?
Hace muchos años, cuando yo me seguía preguntando “qué quiero ser” –porque no me consideraba ni economista, ni consultora, ni nada, y eso me hacía sentir perdida– me topé con una lectura que cambió por completo mi perspectiva: Full-Spectrum Thinking, How to Escape Boxes in a Post-Categorical Future, de Bob Johansen. Entre muchas otras cosas, Johansen menciona lo siguiente acerca del pensamiento categórico:
“Categorical thinking moves us away from understanding the bigger picture. It lacks context. Categories lead us toward certainty, but away from clarity.”
Y, parafraseando a Peter Drucker a quien tuvo la fortuna de ver poco antes de su muerte:
“Try many kinds of work while you are less than 50 years old. Don’t allow people (like your parents or your friends or your professors or your firs boss or your company) to categorize you too soon or label you as this or that. Don’t box yourself into a job or a career trajectory that is not a calling for you. Search for vocation, not just a job”
Esta lectura me la topé por recomendación de mi mentor y amigo Víctor González. Él es un vivo ejemplo de cómo no encerrarse en la categoría del “Dr. Víctor González con tenure en una de las universidades de más prestigio en Latinoamérica” para seguir una vocación más allá de la academia. Es así como fundó Sperientia y, estoy segura, se sigue reinventando como lo hacen las personas y empresas que mejor se adaptan a la realidad tan fluida que tenemos.
Hace unos días fui a almorzar con él y justo le decía que, viéndolo en perspectiva, mi carrera ha tenido una gran ventaja por no haberme convertido en “Economista”. Me sentí perdida por muchos años, pero no tuve “costos hundidos” y me abrí a experiencias diversas que poco tenían que ver con “ser economista”: en palabras de Johansen, me faltaba certidumbre ante la falta de categoría, pero me abrí a la claridad que tuve en los años que siguieron. Víctor me acompañó en muchas de las decisiones que tomé en busca de mi vocación, y nunca fueron las de un Career Path típico, pero sí fueron pasos firmes de mucho crecimiento personal y profesional.
Tuve la gran ventaja de no categorizarme, de “no ser nada” –como Sam cuando se enfrentó al “caminante blanco”– y sentirme libre de reinventarme sin el miedo de “borrar el historial” de mi Curriculum Vitae. Hoy entiendo que esta capacidad es expansiva, tanto para empresas como para individuos, y es la razón por la que mi llamado siempre tuvo que ver con innovación, transformación, cambio, evolución.
El trabajo, en su acepción de “ocupación retribuida”, ocupa gran parte de nuestro tiempo. Hay gente que trabaja más de 50 horas por semana. Si lo hace al menos 250 días laborales durante 45 años, esto es un total de 112,500 horas. En términos de tiempo, es una cifra que al menos a mi me cuesta trabajo dimensionar. Definitivamente, es tiempo que debe ser parte de la experiencia de vida que queremos tener, no un juego de suma cero en que hay entregas tu tiempo en una actividad que no te gusta (pérdida) a cambio de dinero (ganancia). Lo digo desde el privilegio de tener opciones, pero son millones de personas que también las tienen y siguen en ese juego; solo no son capaces de verlas. Las “categorías” se pueden convertir en vendas en los ojos.
Mucha gente quiere un cambio de rumbo, explorar nuevas actividades, nuevos negocios, nuevas experiencias. La principal razón por la que no lo hacen, o aun no lo hacen, es miedo: miedo a la insuficiencia, a las opiniones de los demás, al fracaso, a la incertidumbre. Y es natural, es humano. Y hoy está de moda “trabajar en uno mismo” –ir a terapia, meditar, ir a retiros, capacitarse– pero el trabajo en uno mismo nunca será completo si el trabajo retribuido sigue siendo un juego de suma cero.
La pregunta no es “¿qué quiero ser?”.
La pregunta es “¿qué experiencias quiero tener?”.
Deja de ser quien crees que eres y, como Sam, te liberarás del miedo.
Solo así, podrás ver tus opciones.
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