Mi primer 21k: el verdadero reto no está en alcanzar la meta
El verdadero reto está en no perseguir esa meta sólo por reconocimiento externo
Hace unas semanas escuchaba en algún lado a alguien decir que las carreras de media y larga distancias están llenas de gente en su crisis de la mediana edad queriendo lograr lo que no lograron de jóvenes. –Uy, en unas semanas cumplo 40, ¿será mi caso?– pensé. Justo me inscribí a mi primer 21k para festejar que cumpliría ya cuatro décadas en este plano.
La llamada “crisis de la mediana edad” es un tema complejo que no pretendo desarrollar en estas líneas, pero estoy segura de que la ando transitando de alguna manera como mucha gente que nació alrededor de 1984. ¿Es por eso que me inscribí a una carrera que a mis 25 años era inimaginable para mi? No lo se, quizás sí. Lo que sí sé es que tomé la decisión de hacerlo sin pensarlo tanto, y una decisión muy intuitiva se convirtió en uno de los viajes más interesantes que he hecho hasta ahora.
LA DECISIÓN
El viaje inició un día que tenía sesión con mi health coach, Claudia Zaragoza. Ya llevaba varios años trabajando con ella, y mi camino con acompañamiento en temas de salud en realidad inició porque quería volver a liberarme de los síntomas de la narcolepsia que me diagnosticaron por ahí de 2015. Algún día escribiré sobre eso porque me parece una historia interesante, pero por ahora me limitaré a mencionar que eso se logró controlando alimentación y suplementación.
Pasaron algunos años y por mucho tiempo me di chance “de adoptar hábitos poco a poco”: a ratos comiendo bien, a ratos no, a ratos siguiendo el plan de entrenamiento, a ratos ignorándolo por completo. A la suplementación y a la higiene del sueño casi no les fallé. Los incentivos eran tangibles –mantener a raya los síntomas de la narcolepsia–, pero en cuanto a comer sanamente y moverme me daba chance de transformarme poco a poco: se me cruzó la maternidad, un cambio de rumbo profesional, la crisis de los 40s… Cualquier pretexto hubiera podido ser bueno. En realidad no había tomado la decisión tajante de transformar mis hábitos.
Mi intención no es juzgarme, sino reconocer que a veces posponemos ciertas decisiones que son importantes porque la resistencia al cambio es muy natural y hay que trabajar para ganarle. En fin, regresemos a ese día mencionado de sesión con mi heath coach. En esos días pensaba en cómo quería festejar mis cuarenta años. No soy muy “amiguera”, y me cuesta mucho trabajo desvelarme –lo hago, pero es toda una preparación física y mental–, así que en realidad no pensé en la convencional idea de la “Ana Cris’ 40 Fest”, sino en hacer una serie de cosas que hoy enriquecen mucho mi vida y alrededor de las reflexiones que he tenido este año sobre la Riqueza. Entonces decidí organizar un viaje con mi familia, hacer un hike, fomentar nuevas conexiones, meditar, darle una perspectiva más creativa a mi trabajo, y ese día de sesión de health coaching, dije “a la chingada, voy a decirle a Clau que me voy a inscribir a un 21k”.
Como dije, ni siquiera lo pensé tanto, pero sí lo decidí. Claro que del dicho “voy a inscribirme” al hecho pasaron casi dos meses. Había algo de resistencia en la ejecución, pero al fin y al cabo fue una decisión. Decirle a Claudia antes de hacerlo fue parte de mi estrategia para no fallar a mi compromiso.
EL ENTRENAMIENTO
Llegó por fin esa sesión de health coaching en la que finalmente pude decir “ya estoy inscrita al 21K de Querétaro”. Y también dije, “pero faltan sólo poco más de dos meses, ¿sí estaré a tiempo?”.
En realidad, la pregunta en el fondo era “¿en serio sí puedo?”. Ya tenía unos meses mejorando la constancia en el ejercicio, pero era una duda auténtica. Nunca en mi vida había corrido más de 10k. Y si lo hice fue mucho más joven y aún así los sufría. Podía subir montañas, dormir en cuevas, escalar roca, pero “correr no era para mi”. O eso creía.
“Sí, por supuesto, estás a tiempo y además ya has sido más constante con el ejercicio. ¡Sí lo sacas!” me dijo la experta –Clau– y me aferré a su opinión. Así que con mucha emoción, pero también algo de duda sobre mi misma, vi un plan diferente en mi Training Peaks a partir de ese día: peso con kettlebells, Foundation Training, ejercicios con slant board, y corridas sabatinas cada vez más largas hasta llegar a dos horas con veinte minutos.
–What?! ¿En serio en unas semanas voy a estar ya corriendo más de dos horas? ¡Waw! Eso sí va a estar pesado.
Y no, no estuvo pesado. Llegó el día de la última larga y, para mi sorpresa, lo disfruté bastante. Fue aproximadamente dos semanas antes de la competencia y me fui a correr a Chapultepec. Inicié con un par de vueltas en El Sope, y después estuve recorriendo la zona de museos. Había una carrera familiar ese día por esa zona y vi mujeres con sus hijos pequeños. Pensé en mi hija. Había gente en silla de ruedas compitiendo, gente sin una pierna. Había personas rompiendo límites aunque ese límite fuera de 5 kilómetros. Me conmovió: entendí que yo estaba haciendo lo mismo. Entendí que esto se trataba de romper los propios límites. Así que me reí como si la risa fuera una sonrisa explosiva. Seguramente quienes estaban cerca pensaban que estaba escuchando algún programa entretenido.
Seguí, crucé hacia el Castillo de Chapultepec, ya habían cerrado la subida para corredores y me quedé con las ganas de subir. Sí, esa subida quería hacer corriendo: esa a la que antes le huía y que en alguna ocasión la evité subiendo en trenesito. Me quedé con las ganas porque estaba segura de que había roto ese límite –días después lo comprobé con mi grupo de entrenamiento.
Así que ese sábado me quedé con las ganas de subir corriendo a la entrada del Castillo, pero continué y volteé a ver el reloj: ya llevaba casi dos horas. Había roto un límite también interesante, y para mi sorpresa no me había cansado aún. ¿Pudieron haber sido más kilómetros que 17.2 en 140 minutos? Sí, pero no importa, trabajar en los tiempos será un reto para el futuro.
EL NERVIO PRE 21K
Sin preocuparme mucho por terminar la carrera en un tiempo determinado, estaba segura de que al menos sí podía terminarla entera. Después de la última larga y un par de sesiones con mi coach para corregir técnica, tenía las herramientas físicas y emocionales –creía– para hacer un medio maratón en una ciudad con subidas y bajadas.
Un día antes estaba más distraída que nunca: no podía enfocarme, mi esposo me hablaba y tenía que pedirle que repitiera lo que dijo; salí hacia Querétaro con mi familia y, antes de salir, tuve que regresar tres veces a mi casa por diferentes cosas que estaba olvidando. No era normal mi nivel de distracción.
“¿Será que estoy pensando demasiado en el trabajo?” Pensé. La verdad no me pasó por la cabeza que inconscientemente sólo estaba nerviosa por correr 21 kilómetros. Si estuviera haciendo algo en Ciudad Universitaria y alguien me propusiera ir a comer a Polanco le diría que no: “estoy muy lejos”. La distancia entre CU y Polanco es aproximadamente la distancia que correría al día siguiente en Querétaro. No estaba entendiendo que al día siguiente tenía una cita para cumplir un compromiso conmigo misma –y con mi familia, coach, amigos y conocidos quienes sabían que correría mi primer medio maratón–. No estaba entendiendo que al día siguiente tenía una cita conmigo misma para romper mis propios límites.
EL DÍA DE LA COMPETENCIA
Así que después de dormir más de 8 horas, haberme hidratado y nutrido muy bien el día anterior, y haber soñado como 3 veces que algo pasaría con la competencia –que no me daban el kit, que llegaba tarde, que se cancelaba– me desperté poco después de las 5:00 am para prepararme.
Salí todavía de noche a buscar el lugar del que saldríamos los de 21k. Creyendo que había encontrado el lugar, alguien llegó a preguntarme dónde era la salida de los de 5k y me di cuenta de que nadie tenía una pulsera de mi color. La ansiedad del día anterior se hizo realidad por unos minutos: “voy a llegar tarde a la competencia”.
Pero en punto de las 6:15 se dió la salida al medio maratón y yo estaba en el lugar correcto: bien ubicada y también física y mentalmente.
La ansiedad desapareció.
Dejé de pensar en el futuro. Sólo estuve presente, consciente de la técnica, de lo que hacía mi cuerpo. Estuve presente viendo a la gente con letreros de apoyo. Gente que vivía por ahí, niños regalando agua a los corredores y sosteniedo letreros de apoyo. Dueños de tiendas que cerraron por ese día o abrirían más tarde pero ahí estaban en la banqueta echando porras. Gente desconocida a lo largo de todo el camino, pero conectada por la vivencia del presente. Gente sin nombre, pero cercana de alguna manera. Unos apoyando, otros rompiendo límites.
Llegaron 14 km y, con éste, el primer pensamiento de “parece que sí me voy a cansar”. Así que comencé a dedicar cada kilómetro a diferentes cosas: a mi hija, a mi esposo, a mi familia, a nuevos amigos, a viejos amigos, a quienes han creído en mi, a mí misma. En realidad no estaba cansada, sólo había que hackear un poco la mente en ese momento, pero seguía creyendo que al kilómetro 18 sí que estaría muy cansada.
Cuando menos lo pensé, vi que llevaba 18.5 kilómetros. Era tiempo de acelerar un poco para ir cerrando. Aceleré, sin cansancio. Escuché música que disfruto. Había cada vez más gente en la calle gritando, animando.
CRUZAR LA META
Y vi la meta. La crucé entera, no agotada, gozando. No lo podía creer.
…
Y entonces lo creí, pero pensando en retrospectiva pasó algo mágico: no pensé en quienes iban a cruzar la meta de los 42 km ese mismo día, no pensé en quienes cruzaron esos 21 km una hora antes que yo. No me comparé con los demás.
Me comparé con la Ana Cris de 25 años que decía que era una locura correr 15 kilómetros. Me comparé con la Ana Cris que meses antes hubiera creído que era imposible correr de Polanco a CU. Me comparé con la Ana Cris que un año antes no podía mantener su frecuencia cardiaca en zona 2 sin detenerse a caminar.
Alcancé la meta, pero entendí que lo más valioso de haberla alcanzado era que el reconocimiento no era una recompensa, sino un regalo de los demás. Trabajé, entrené, actué, viví un proceso, y la culminación del mismo fue cruzar la meta: esa fue la recompensa. Las porras y felicitaciones fueron verdaderos bonos extra.
Unos días antes de la competencia, mi querida y mencionada health coach escribió este post con su teoría acerca de la relación entre la competencia deportiva y las seis necesidades emocionales humanas de las que habla Tony Robbins, y que son Certeza, Variedad, Significancia, Progreso, Contribución y Conexión.
Escribe Claudia:
Hay un momento donde se juntan todas al mismo tiempo y es un éxtasis total, una satisfacción incomparable, una felicidad eufórica y un sentido de agradecimiento profundo.
¡Y es cuando estás en una competencia!
Y SÍ. Entendí la razón por la que esos “locos” que a mis 25 años veía correr esas distancias, lo hacen.
Víví la certeza porque trabajé esa carrera: tenía la certeza de que podía hacerla. Víví la variedad porque fue la primera vez en mi vida que hacía algo así. Viví la significancia porque, literalmente, pude romper límites gracias a la constancia y a la disciplina. Viví el progreso porque corrí, sin parar, durante 21 kilómetros y meses antes no podía hacerlo. Viví la contribución porque romper límites trabajando –con constancia y disciplina– es un gran ejemplo para otros y, especialmente, para mi hija. Viví la conexión con miles de personas ahí presentes que iban para competir no con los demás, sino consigo mismas. Viví la conexión conmigo misma.
Y es por esa razón que crucé la meta sin mirar atrás ni a los lados: solo me miré a mi misma. Agradeciendo las porras, pero abrazando mi propio proceso.
El verdadero reto no está en alcanzar la meta. El verdadero reto está en no perseguir esa meta sólo por reconocimiento externo, sino por crecimiento interno. Sólo así se trabaja esa meta con consciencia y constancia. Sólo así se disfruta del reconocimiento que sí llega, especialmente del propio.
Agradecida enormemente con quienes me apoyaron –mi coach, mi esposo, mis amigos– y conmigo misma, hoy puedo decir que los límites existen, pero están para romperse.
¿Cuál va a ser el siguiente? Ya escucharé a mi intuición.
A mi hija:
Gracias por inspirarme a ser cada vez una mejor versión de mi misma.
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Notas adicionales:
Para mi, el viaje interno que implicó un nuevo reto físico me pareció muy alineado a cualquier viaje de transformación que se requiere en la vida: hay que trabajarlo, pero entre más trabajo, mayor la recompensa. Tener objetivos no es suficiente: objetivos sin acción no llevan a nada. La transformación depende tanto de tener objetivos claros como de tener una estrategia o plan de acción y, por supuesto, actuar. Soy consultora en procesos de transformación para empresas y Transformational Coach, si quieres platicar sobre esto escríbeme a hola@anacrisotero.com o envíame un DM en mi instagram @soyanacrisotero. Quiero que seamos cada vez más los que trabajamos en flow y vivimos una vida llena de propósito y consciencia.
Si tienes retos de salud, quieres diseñar tu estado físico o cumplir un objetivo, te recomiendo ampliamente que busques al equipo de @revoluciona.tusalud y que sigas a
que siempre tiene los mejores consejos e información.
Inspiración. Eso reflejas al cruzar la meta del Maratón. Nos llevamos también toda la energía de las personas que nos apoyaban en cada Km. Los que nos regalaron dulces, agua, los peques con sus letreros de estrellas y hongos de Mario Bros para recargar fuerzas. Y el cierre en el Estadio Olímpico de Querétaro, to be speechless
Muchas felicidades por tu cumple y la carrera. El leerte me hizo recordar una frase que dice "las únicas limitaciones están en nuestra cabeza", me da gusto que hayas logrado ese reto y puedo imaginar la satisfacción que sentiste al terminarlo. Vamos por más y gracias por compartir 😊