Viernes sin Máscaras: era una ñoña, no una "matada"
Y cómo eso me hace pensar sobre el Propósito como Camino, no como destino.
No se a ti, pero cuando yo era niña en la escuela me enseñaron que “lograr” era obtener una buena calificación: si era de los primeros lugares en el grupo, escribían mi nombre en una cartulina expuesta en el pasillo de la escuela para que las maestras estuvieran orgullosas y, probablemente, algunas compañeras pensaran “esa tipa es una matada”. Sí, así decíamos en la escuela a las niñas que a nuestro parecer dedicaban demasiado tiempo a obtener buenas calificaciones: matadas.
Cuánta sabiduría teníamos y apenas me doy cuenta.
No estoy en contra de las calificaciones ni de los números. Si lo estuviera, tendría que quitarme de la mano los gadgets de mediciones físicas que uso para entender cómo duermo, cómo reacciona mi frecuencia cardiaca, etcétera. Mucho menos estoy en contra de la definición y seguimiento de métricas clave tanto personales como profesionales. Como se dice por ahí: lo que no se mide no se puede mejorar. Y “mejorar” implica tener parámetros contra los cuales podemos calificar si estamos pasos adelante o atrás de donde queremos. Solemos llamar “objetivos” a estos parámetros.
Es por eso que Google puso de moda en el mundo corporativo la metodología de OKRs (Objective & Key Results) y Measure What Matters de John Doerr se volvió un libro extremadamente popular entre líderes, empresarios y, en general, high performers. Y aquí estamos en el juego de ser una persona de alto desempeño, crack, o como quieras llamarle. En gran medida se trata de enfocarte en hacer lo que tienes que hacer para llegar a un resultado en un tiempo determinado: acumular credenciales, obtener mejores puestos, la mayor cantidad de dinero posible, millones de seguidores, nombramientos, y un gran etcétera de “resultados” que son más los de un concurso de popularidad que los del juego que realmente importa: el de ser nosotros mismos.
Un libro que he re-visitado los últimos días es el de Buy Back Your Time de Dan Martell. En pocas palabras, Martell nos propone buscar dedicarnos personalmente solo a tareas de “alto valor” y delegar (comprar) el resto de las tareas que necesitamos completar. En sus palabras, esto nos lo explica con uno de los principales conceptos del libro, el Buyback Loop, el cual “ocurre cuando continuamente auditas tu tiempo para determinar las tareas de bajo valor que están consumiendo tu energía. Luego transfieres esas tareas, de manera óptima, a alguien que es mejor en ellas y las disfruta. Finalmente, llenas tu tiempo con tareas de mayor valor que te motivan y te hacen ganar más dinero. Entonces comienzas el proceso de nuevo.”
Parecen conceptos sobre eficiencia y gestión del tiempo, pero desde mi punto de vista es una propuesta sobre cómo vivir la vida: las tareas de bajo valor consumen la energía y, las de alto valor, son las que te hacen feliz, disfrutas y/o te construyen.
Claro, dedicar el cien por ciento de tu tiempo únicamente a ese tipo de tareas no es realista, pero debería estar siempre como uno de los grandes O’s en nuestros OKRs. El KR o Resultado Clave sería entonces la cantidad de horas que sí dedicamos a aquello que nos llena de vida y de energía. Puede ser desde algo muy profesional como liderar una junta estratégica hasta jugar a la cocinita con tu hija de dos años. Puede resultar en cuatro horas al día de “actividades profesionales”, ¿por qué no?. Puede consistir en salir a correr dos horas diarias para hacer a tu cuerpo cada vez más capaz de llevarte lejos. Puede ser pasar tiempo en alta mar. Depende de cada quién… ¿Quién hace entonces todo lo demás? Afortunadamente, somos una especie extremadamente diversa en gustos y habilidades: siempre hay alguien para quien va a ser constructivo completar esas tareas que a nosotros nos restan valor. Hay que pagarle, sí, y esto implica entonces ganar dinero con nuestras actividades de alto valor y, aunque es absolutamente posible, es un tema en el que no voy a profundizar por ahora.
El problema real estaría en definir lo que es de alto valor para nosotros, lo que nos construye, podemos hacer y detona la manera en que podemos servir: nuestro propósito. Aquello que nos da guía de una forma que, aunque fuera una meta que por alguna razón nunca alcanzáramos, nos llena de energía en el trayecto. Como la niña que quiere ser astronauta y se siente feliz tan solo por construir un cohete de cincuenta centímetros con cartón y cinta. Esa niña quizás algún día será astronauta como Katya Echazarreta de quien hablé hace unas semanas en este espacio, pero habrá tenido mucho más valor cada uno de los pasos que disfrutó o se construyó a si misma en el camino.
Sin embargo, quizás unos años más tarde la niña en cuestión inicia la secundaria y se enfrenta en la escuela con los exámenes de física, los cuales resulta odiar. A sus 12 años se siente libre de cambiar su ambición de ser astronauta por la de ser Premio Nobel de Literatura y vivir en Nueva York. ¿Por qué conforme avanzamos en la vida parece que perdemos la libertad de pivotar en el camino? ¿Por qué, además, perdemos la capacidad de tener grandes ambiciones por el autoengaño de “soy realista”?
"Los grandes sueños destruyen las distracciones. – dice Martel– Esto es lo que me encanta de las personas con metas increíblemente grandes: saben qué poner en su calendario, cómo pasar sus días y con qué llenar su vida."
Paradójicamente, esas personas que tienen grandes metas, que saben qué es alto valor para sí mismas, son las que más disfrutan del camino y logran mucho más enfoque en lo que realmente importa. Se conocen y entienden lo que las construye, y cómo lo que disfrutan puede servir a otros: tienen un propósito que es una guía pero, más que eso, es un modo de vida. Un propósito que a su vez es un camino.
El nombre del juego no es “lograr resultados como personas de alto rendimiento” y ya. Hay para quienes esos resultados implican un camino que no es realmente constructivo: esos son los matados, los que “mueren momentos” en lugar de vivirlos. El nombre del juego es “caminar hacia un Propósito, con propósito”.
Sí, algunos años en mi infancia fui niña de dieces y de marchar en la escolta: nerd, ñoña. No importa el adjetivo. Lo que importa es que ahora recuerdo que auténticamente disfrutaba leer sobre historia, escribir cosas, hacer la tarea de matemáticas. No era una matada. Espero no serlo nunca.
If you care, share :)
Gracias por leer Viernes sin Máscaras. Si te gustó este post y crees que puede ayudar a alguien a comprender algo o, al menos, a pasar un buen rato, compártelo en tus redes sociales o en tus canales de preferencia.