Viernes sin Máscaras: "trabajo" no es lo que creía
Trabajar es darle uso a nuestro recurso más escaso: el tiempo
Hace unos meses me pidieron en la escuela de mi hija unas fotos de “papá y mamá en su trabajo”, y un formato con algunas preguntas a responder sobre éste. El ejercicio necesariamente me llevó a imaginar cómo respondería mi hija cuando sea más grande. Por supuesto que fue desde el ego: ojalá ella siempre admire a sus padres. Pero luego me di cuenta de que hacía falta la pregunta más importante: ¿para qué?
¿Para qué trabajamos? Muchos dirán “para ganar dinero”, o “para avanzar en mi carrera”, o “para hacer crecer mi negocio”, y quizás uno que otro cínico dirá “pues… para pasar el tiempo”.
Pero son ellos los que tienen razón: trabajamos para pasar el tiempo pero no nos damos cuenta de eso. Como escribí en mi publicación anterior, una de mis reflexiones últimamente –e inspirada por la Revolución de la Riqueza– es que el dinero son sólo fichas de cambio para gestionar nuestro tiempo, pero esa variable –el tiempo– muchas veces se ve opacada ante la riqueza económica per se. El propósito que teníamos más claro cuando decidimos qué estudiar, el típico “quiero cambiar al mundo” o “quiero ayudar a otros” de la juventud, poco a poco se fue desvaneciendo ante el “quiero ganar más” y “quiero una promoción” de la edad adulta. Y nos vemos atrapados en la rat race en busca de un éxito que valora más la sociedad que nuestro yo más auténtico.
Yo no entendía esto hasta que la maternidad a mis 37 años me lo puso en la cara. En ese entonces tenía un gran trabajo en una muy buena empresa. Tenía todavía mucho que crecer ahí y en verdad me gustaba mucho el gran propósito del lugar en el que trabajaba. Ya me iba muy bien, y me veía creciendo todavía más. Y en ese estado tomé una decisión trascendental en mi vida personal: ser mamá. No tenía idea de cómo eso me iba a cambiar la perspectiva: con mi bebé en brazos entendí que ningún título y ningún sueldo valían más que el tiempo que pasaba con mi familia. Empecé, entonces, a valorar mucho más cada minuto que le dedicaba a mi vida profesional, y esto desembocó en nuevos objetivos: tenía que volverme más productiva y, al mismo tiempo, dedicar esas horas productivas únicamente a actividades expansivas, de esas que se disfrutan, o de aprendizaje, o de crecimiento. Actividades que me daban valor además del económico.
Así que muy agradecida por mi paso en esa empresa que me ayudó a crecer tanto, decidí tomar otro camino. Al inicio de ese nuevo camino esperaba que las cosas me sucedieran “gracias a mi currículum y talento”. En ese inicio, entonces, seguía con mis máscaras ignorando el Trabajo que crea la Riqueza de verdad: ese que haces para salir de la zona de confort, para expandirte, para crecer. Fue gracias a otros que me encontré en el camino –mi terapeuta, mi esposo, amigos y algunos mentores– que pude verme en el espejo de la autenticidad y me olvidé de “lo fácil”, me olvidé de volver a colocarme en un buen puesto, en una buena empresa. Abracé la idea de la autonomía, no porque crea que es el mejor camino para todas y todos, sino porque en ese momento era –y lo sigue siendo– el camino más expansivo para mi: el camino incómodo, el de mayor aprendizaje, el que es valioso caminar porque es el de crecimiento y contribución.
Pero también, en mi caso, es el camino de mayor Trabajo en el amplio sentido de la palabra. No me refiero a que tengo que dedicar más tiempo. Me refiero a Trabajo de verdad, ese que crea valor económico pero además expande el músculo del ser; ese que nos reta, que nos incomoda para aprender, crecer y crear flow o experiencias óptimas en términos de Mihaly Csikszentmihalyi, autor del famoso libro Flow. En sus palabras:
"Los mejores momentos suelen ocurrir cuando el cuerpo o la mente de una persona se estiran hasta sus límites en un esfuerzo voluntario por lograr algo difícil y valioso. La experiencia óptima es, por lo tanto, algo que hacemos suceder."
Ese esfuerzo voluntario es el Trabajo, el que crea valor real, no el de un juego de suma cero en el que “vendemos” nuestro tiempo a una actividad cualquiera a cambio de dinero. La verdadera Riqueza es un superávit: podemos crear riqueza económica sin “sacrificar” tiempo. Podemos crear riqueza económica y, al mismo tiempo, valor en otras formas, pero hacerlo requiere Trabajo.
Y el Trabajo no es un mal, no es un sacrificio, no es un pesar. El Trabajo es la función de todo ser humano. Ya lo decía Aristóteles en Ética a Nicómaco: “la bondad y el ‘hacer bien’ se considera que residen en [esta] función”. Así que creo firmemente que a medida en que diseñemos nuestra actividad económica de forma que ésta corresponda a hacer el bien para otros y para nosotros mismos, y que no sea sólo para “ganar dinero o prestigio”, vamos a encontrar en dicha actividad mayor expansión y experiencias óptimas.
Y por “diseñar nuestra actividad económica” no necesariamente me refiero a ser autónomos o emprendedores, sino a trabajar con consciencia: preguntarnos para qué lo hacemos y diseñar caminos –en una empresa ajena o en la propia– que nos acerquen cada vez más a esto.
Pero, ¿cómo le hacemos?
En mi experiencia como consultora y coach, incluso como ejecutiva en el mundo corporativo, aprendí que hay cuatro elementos que forman parte de este diseño:
Conocernos, pero conocernos de verdad. Entender quiénes somos, qué valoramos, cuáles son nuestros recursos y cuáles son los recursos que queremos. Entender cuál es nuestro propósito y qué tipo de vida queremos vivir.
Liberarnos de creencias. Liberarnos de todo eso que conforme crecimos nos ha frenado para expandirnos: lo que nos incomoda, lo que parece un riesgo. Es mucho mayor riesgo vivir una vida que no queremos. ¿Cómo liberarnos? Observando, ideando, inspirándonos, saliendo de la zona de confort.
Decidir y Ejecutar. Entendiendo qué queremos y definir una hoja de ruta hacia objetivos que se vuelvan una brújula para dar nuestros primeros pasos.
Experimentar. Preguntarnos lo que pensamos, lo que sentimos, lo que aprendemos con esos primeros pasos. Entendernos mejor y afinar el camino.
El Trabajo es andar ese camino de autoconocimiento y crecimiento. La consecuencia es el dinero y otras formas de valor. Pero la aún mayor consecuencia es vivir una vida en congruencia con nuestro ser.
Como leí en esta publicación de José Casas, “la abundancia no es un estado de cuenta, es un estado de consciencia”.
If you care, share :)
Gracias por leer Viernes sin Máscaras. Si te gustó este post y crees que puede ayudar a alguien a comprender algo o, al menos, a pasar un buen rato, compártelo en tus redes sociales o en tus canales de preferencia.
📅 ¿Quieres diseñar tu camino de expansión?
Desde que trabajo en partnership con Anker Bioss, –una firma internacional con los modelos más impactantes en torno al liderazgo, diseño organizacional y transformación– entre otras cosas, ayudo a líderes de alto nivel a entenderse mejor para encontrar flow en su trabajo, y hoy parte de mi propósito es expandir la creación de Riqueza en todos los sentidos ayudando a las empresas y líderes a crearla a través del Trabajo expansivo que genere experiencias óptimas.
Es por eso que comencé a hacer Coaching Transformacional a partir del autoconocimiento. Si estás en un momento de tu vida en el que quieres diseñar para ti actividades alineadas contigo y con tu propósito, podemos platicar en una llamada gratuita que estaré ofreciendo por tiempo limitado. Aún me quedan algunos lugares y puedes agendar aquí o puedes escribirme en Instagram a @soyanacrisotero.
Que tu vida no pase por defecto, ¡mejor diséñala!